Cuarto año
El Perro de la Esperanza
Diego, Mauricio, Alexa, Said y Mia vivían en el mismo vecindario y compartían una gran amistad. Un día, mientras jugaban en el parque, escucharon un débil ladrido proveniente de un arbusto. Curiosos, se acercaron y encontraron a un pequeño perro asustado, sucio y con una pata herida.
—¡Pobrecito! —exclamó Mia mientras lo acariciaba con cuidado.
—No podemos dejarlo aquí —dijo Diego decidido.
Entre todos, lo llevaron a casa de Alexa, quien siempre había querido ser veterinaria. Con la ayuda de su mamá, limpiaron al cachorro y le pusieron una venda en su pata.
—Lo llamaremos Esperanza —propuso Said, y todos estuvieron de acuerdo.
Pronto, el perro se recuperó y comenzó a mostrar su alegría. Pero también era una gran responsabilidad. Alimentarlo, pasearlo y asegurarse de que estuviera feliz requería tiempo y esfuerzo. Al principio, todos ayudaban, pero pronto Mauricio y Diego comenzaron a faltar a las citas para pasearlo.
—No es justo que siempre lo hagamos Alexa, Mia y yo —dijo Said.
Alexa tuvo una idea. Durante el fin de semana, organizó una reunión donde hablaron sobre el maltrato animal y la importancia de cuidar a las mascotas.
—Tener un perro no es solo jugar con él. Necesita amor, comida y cuidados. Si no estamos comprometidos, es como maltratarlo —explicó Alexa.
Las palabras tocaron los corazones de Mauricio y Diego, quienes prometieron ser más responsables. Desde entonces, los cinco amigos trabajaron en equipo para cuidar a Esperanza, aprendiendo que las mascotas no solo traen alegría, sino también enseñan valores como la responsabilidad y el respeto.
Así, Esperanza se convirtió en el símbolo de su amistad y un recordatorio de que el amor hacia los animales se demuestra con acciones, no solo con palabras.
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