jueves, 3 de octubre de 2024

Cuento sobre las misiones

 El viaje de los pequeños misioneros

En la escuela "Santa María", los niños de cuarto de primaria estaban muy emocionados. La maestra les había contado sobre un nuevo proyecto: Las Misiones. Cada año, los alumnos tenían la oportunidad de convertirse en pequeños misioneros y ayudar a una comunidad cercana que necesitaba apoyo.

Ana, Carlos, Lucía y Diego estaban listos para el reto. La maestra les explicó que no solo se trataba de llevar cosas, sino de llevar alegría, esperanza y amor. "Ser misionero significa ser un amigo para quienes más lo necesitan", dijo la maestra con una sonrisa.

El primer día de la misión, los niños prepararon con entusiasmo cajas llenas de alimentos, ropa y juguetes para los niños de la comunidad. Pero también hicieron algo más: escribieron cartas llenas de buenos deseos y oraciones, deseando que esos niños se sintieran amados y acompañados.

Cuando llegaron a la comunidad, los niños notaron que muchos de los niños alno tenían lo mismo que ellos, pero todos los recibieron con abrazos y sonrisas. Ana le regaló un dibujo a una niña pequeña, y Carlos organizó un juego de tbol con otros niños. Lucía se sentó a leer cuentos, mientras que Diego enseñaba a hacer aviones de papel.

Al final del día, los pequeños misioneros comprendieron que, aunque habían llevado cosas materiales, lo más importante había sido el tiempo que compartieron y el cariño que ofrecieron.

Al regresar a su escuela, sabían que habían hecho algo muy especial. No solo habían ayudado a otros, sino que también habían aprendido que el amor y la solidaridad son las verdaderas misiones que todos pueden llevar en el corazón.



martes, 1 de octubre de 2024

Actividades del Miércoles 02/10/24

 Cuarto año

Construye un robot


Tercer año

Rompecabezas tren

Cuento de la no violencia

 El Valor de la Paz

En una escuela llena de alegría, Alondra, Danna y Samuel eran grandes amigos. Siempre jugaban juntos en el recreo, pero a veces, las cosas no salían como esperaban. Un día, mientras jugaban a la pelota, Samuel sin querer empujó a Danna. Ella se enojó mucho y le gritó: “¡Eres muy torpe!”. Samuel, sintiéndose mal, le respondió: “¡No fue mi culpa!”. Alondra, viendo que la situación empeoraba, intervino: “¡Esperen, no hay que pelear!”

Danna, todavía molesta, cruzó los brazos y le dio la espalda a Samuel. “No quiero jugar contigo más”, dijo. Samuel, triste, se fue a sentar solo en una esquina del patio. Alondra decidió hablar con ambos, porque sabía que la violencia y las palabras hirientes no resolvían nada. Se acercó primero a Danna y le dijo: “Sé que estás enojada, pero gritar y ofender no ayuda. Todos cometemos errores”.

Luego, se dirigió a Samuel: “Samuel, ¿por qué no le explicas a Danna que no lo hiciste con mala intención?”. Samuel se levantó y, con vergüenza, fue hacia Danna. “Lo siento, no quise empujarte. Estaba tratando de alcanzar la pelota”, le explicó. Danna lo miró y, aunque seguía un poco molesta, entendió que su amigo no lo había hecho a propósito.

Alondra sonrió y dijo: “¿Ven? Es mejor hablar que pelear. Las palabras amables y la paciencia siempre son más fuertes que la violencia”. Danna aceptó la disculpa de Samuel y ambos se abrazaron. Volvieron a jugar juntos, esta vez con más cuidado y respeto.

Desde ese día, Alondra, Danna y Samuel entendieron que la mejor forma de resolver cualquier problema era con calma, palabras amables y respeto hacia los demás, porque la paz siempre es mejor que la violencia.