El Valor de la Paz
En una escuela llena de alegría, Alondra, Danna y Samuel eran grandes amigos. Siempre jugaban juntos en el recreo, pero a veces, las cosas no salían como esperaban. Un día, mientras jugaban a la pelota, Samuel sin querer empujó a Danna. Ella se enojó mucho y le gritó: “¡Eres muy torpe!”. Samuel, sintiéndose mal, le respondió: “¡No fue mi culpa!”. Alondra, viendo que la situación empeoraba, intervino: “¡Esperen, no hay que pelear!”
Danna, todavía molesta, cruzó los brazos y le dio la espalda a Samuel. “No quiero jugar contigo más”, dijo. Samuel, triste, se fue a sentar solo en una esquina del patio. Alondra decidió hablar con ambos, porque sabía que la violencia y las palabras hirientes no resolvían nada. Se acercó primero a Danna y le dijo: “Sé que estás enojada, pero gritar y ofender no ayuda. Todos cometemos errores”.
Luego, se dirigió a Samuel: “Samuel, ¿por qué no le explicas a Danna que no lo hiciste con mala intención?”. Samuel se levantó y, con vergüenza, fue hacia Danna. “Lo siento, no quise empujarte. Estaba tratando de alcanzar la pelota”, le explicó. Danna lo miró y, aunque seguía un poco molesta, entendió que su amigo no lo había hecho a propósito.
Alondra sonrió y dijo: “¿Ven? Es mejor hablar que pelear. Las palabras amables y la paciencia siempre son más fuertes que la violencia”. Danna aceptó la disculpa de Samuel y ambos se abrazaron. Volvieron a jugar juntos, esta vez con más cuidado y respeto.
Desde ese día, Alondra, Danna y Samuel entendieron que la mejor forma de resolver cualquier problema era con calma, palabras amables y respeto hacia los demás, porque la paz siempre es mejor que la violencia.
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